“¿Por qué los jóvenes dominicanos ya no quieren tener hijos?”

Y qué significa eso para el futuro de nuestra patria isleña que comparte, sin embargo, una misma tierra con un país vecino que sigue contando nuevos nacimientos a diario.
Por Angel Puello
Como dominicano, como padre, como alguien que ama profundamente esta tierra —y cree en ella— hoy tengo que decir lo que muchos callan. Los jóvenes de la República Dominicana están diciendo cada vez más: “No quiero tener hijos”. Y eso no es solo una frase: es un síntoma de algo mayor. Algo que amenaza nuestro tejido social, nuestro futuro colectivo, nuestro país.
Veamos los números: la tasa de fertilidad total (niñas y mujeres que tendrán hijos en su vida) ha bajado a 2.24 hijos por mujer en 2023. Esta cifra nos indica que, aunque cada mujer tenga dos hijos, ese nivel apenas alcanza para reemplazar la población en los próximos años, en un contexto donde la emigración y otros factores pesan. Al mismo tiempo, nuestro país enfrenta desafíos estructurales para los jóvenes: movilidad laboral, empleo inestable, altos costos de vivienda, educación y salud.
Entonces observamos dos tendencias paralelas que nos preocupan: la primera, tantos jóvenes dominicanos que no desean tener hijos; la segunda, un flujo creciente de personas que desean emigrar, dejar el país, buscar suerte fuera. Esa combinación genera un futuro inquietante: menos nacimientos propios, más éxodo y, por si fuera poco, una inmigración que no se detiene. Se comparte isla con Haití, un país donde las dinámicas de natalidad son mucho más elevadas. En Haití, la población joven tiende a crecer a ritmos más acelerados, lo que genera escenarios de desbalance poblacional que debemos entender desde ahora.
En este sentido, el hecho de que cada vez menos jóvenes dominicanos estén interesados en formar familias es parte de un fenómeno mundial con sus propias razones: prefieren posponer hijos, quieren más tiempo para su carrera, piensan que criar cuesta demasiado, tienen incertidumbre económica, y optan por migrar. Diversos estudios demográficos globales señalan que una combinación de factores (educación, urbanización, deseos individuales) explican esta caída. Este patrón no es exclusivo de República Dominicana, pero aquí se agrava porque nuestras estructuras sociales y económicas no están preparadas para ese cambio.
¿Qué significa esto para la República Dominicana? En lo inmediato: menor crecimiento poblacional natural, envejecimiento de la población, carga mayor de dependientes, menos jóvenes que trabajen en el futuro, más presión en pensiones, salud y servicio social. En lo medio plazo: riesgo de que comunidades enteras vean disminuir su identidad y presencia dominicana, mientras que zonas de alta inmigración experimenten otro tipo de dinámica. En lo más amplio: la pregunta de qué clase de país somos, qué clase de futuro queremos construir.
Y lo más doloroso: mientras muchos jóvenes dominicanos no quieren tener hijos porque no ven condiciones favorables, hay muchas jóvenes haitianas —y otras migrantes— que vienen al país, se establecen o pasan por él, y siguen generando nacimientos. No es moralizar, es describir una realidad que los números empiezan a mostrar. Mientras en República Dominicana descendemos en nacimientos, vemos que en algunos sectores de inmigración el fenómeno es contrario. Eso no es juicio: es advertencia. Es un llamado a que abramos los ojos.
Pero no todo está perdido. Y es aquí donde el mensaje final tiene que elevarse como un llamado patriótico. Querido joven dominicano: piensa en tu país. No se trata solo de ti o de tu decisión personal. Tu haber nacido en esta tierra, tus valores, tus sueños, tu legado familial tienen un espacio que necesita ser llenado, no abandonado. Tu decisión de formar familia o no tendrá un impacto que va más allá de tu vida: tiene que ver con la continuidad, con la esperanza, con el país que dejaremos atrás.
Y tú como dominicano que ya eres parte del movimiento de cambio: impulsa condiciones para que los jóvenes quieran formar hijos, crear hogares, y quieran quedarse aquí. Exige empleos dignos, vivienda asequible, educación de calidad, salud pública eficaz. Porque los hijos no solo nacen: se construyen en un entorno que los jóvenes sientan propio, seguro, con futuro.
Como padre escribo esto con un suspiro profundo. Como dominicano lo escribo con orgullo y también con urgencia. No podemos permanecer indiferentes mientras el latido de nuestra patria se debilita. Construyamos espacios donde los jóvenes vean la familia, los hijos, la patria como algo valioso, deseable y posible. Porque el futuro de esta tierra que amamos —esta República Dominicana nuestra— depende de que cada joven diga: sí quiero hijos, sí quiero futuro, sí quiero patria.
Este es el momento. Este es el llamado. Que nuestra patria no se quede sin voz, sin piel y sin sangre joven que la abrace. Que la patria viva, y vivan los hijos que le den sentido.





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