“Cuando el agua no llega: los tinacos reflejan la desigualdad en el acceso al servicio potable en RD”

En los techos de las casas y edificios de áreas residenciales del país, los tinacos forman parte inseparable del paisaje. Su color oscuro sobresale entre antenas y paneles solares como una evidencia del ingenio o la necesidad del dominicano para garantizar agua potable incluso en los momentos más difíciles. Huracanes, apagones o fallas en los acueductos han consolidado el uso del tinaco como una práctica cultural más que técnica.
En la República Dominicana, el acceso irregular al agua potable sigue siendo uno de los principales desafíos urbanos. La limitada capacidad de los acueductos para abastecer de forma continua a las viviendas ha hecho que las familias instalen tinacos como un recurso indispensable.
Ya no se trata solo de una medida de emergencia: su uso está completamente normalizado en la vida doméstica. «El tinaco es una solución de emergencia dominicana ante la deficiencia del servicio de agua y energía eléctrica», explica el ingeniero sanitario Raimond Martínez. «Cuando se va la luz, la bomba no funciona; entonces el tinaco se convierte en la única manera de seguir teniendo agua», apunta.
Estudió en la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos (Patricio Lumumba), donde cursó Ingeniería Hidráulica. Fue la última promoción de los dominicanos becados por la antigua Unión de República Socialista Soviética (URSS). Posteriormente realizó una maestría en Ingeniería Sanitaria y Ambiental en la Universidad de Cantabria, en Santander, España, entre otras formaciones.
Tras décadas como docente en Intec y la Pucmm, con su empresa, asesora proyectos en el Gran Santo Domingo y Punta Cana, entre otras zonas del país, asegurando que los proyectos de viviendas familiares y turísticos cuenten con estructuras adecuadas para garantizar el abastecimiento de agua potable.
El fenómeno trasciende el ámbito doméstico. La proliferación de edificaciones de mediana altura -entre cuatro y seis pisos- ha obligado a los ingenieros a considerar el peso y la ubicación de los tinacos en sus cálculos estructurales. «Un tinaco de 400 galones lleno pesa una tonelada y media; uno de mil galones supera las cuatro toneladas», detalla Martínez.
«Si un edificio tiene ocho apartamentos, el diseño debe contemplar la carga equivalente a ocho tinacos llenos de agua». Aunque el Reglamento R-008 de Instalaciones Sanitarias del Ministerio de Vivienda establece pautas para la colocación de válvulas, reboses y limpieza, no existe una obligación de instalar tinacos.
Aun así, la costumbre pesa más que la norma: la mayoría de los proyectos habitacionales deja una salida preparada para que cada propietario coloque su propio tanque. «Cuando un dominicano compra un apartamento, lo primero que instala es hierro por seguridad y un tinaco por precaución», resume el ingeniero: «Aunque le digas que tendrá agua 24/7, igual lo compra, porque ya es cultural«.
Martínez, asesor de constructores en proyectos residenciales lo tiene comprobado. En un edificio nuevo, recién entregado, donde hay garantía de servicio de agua potable todo el tiempo, una parte de los compradores instalan sus tinacos, «por si acaso». Pone como ejemplo la Ciudad Juan Bosch, donde el agua se distribuye a través de los tanques, conocidos en la ingeniería sanitaria como depósitos reguladores.
Tinacos y tormentas
Los huracanes y tormentas tropicales, cada vez más frecuentes, refuerzan la necesidad de contar con reservas de agua. Sin embargo, los especialistas aclaran que un tinaco lleno no representa un riesgo estructural durante los eventos meteorológicos. El peso del agua actúa como ancla que evita desplazamientos o vuelcos.
Los riesgos surgen cuando el tanque está vacío o mal anclado. El código ASCE 7, adoptado en el país, recomienda anclar adecuadamente los depósitos, verificar las correas metálicas y las bases niveladas, especialmente antes del inicio de la temporada ciclónica. De este modo, los tinacos llenos contribuyen más a la estabilidad del techo que al peligro.
De la escasez al símbolo
Lo que empezó como una respuesta improvisada a los cortes de agua se ha transformado en una cultura de previsión. Los tinacos son parte del imaginario colectivo dominicano y han evolucionado junto con el crecimiento urbano. Su presencia en techos no distingue clase social ni ubicación geográfica: desde las casas de barrios populares hasta las torres de apartamentos de clase media, todos dependen de su capacidad de almacenamiento.
«En el país, apenas un 10 % de los sistemas públicos puede abastecer agua 24 horas al día con presión suficiente», precisa Martínez, quien tiene una experiencia de décadas en el sector de la ingeniería sanitaria y fue funcionario de la Corporación de Acueductos y Alcantarillado (CAASD). «Por eso la población recurre a las cisternas y los tinacos; es la única forma de garantizar un suministro continuo«, insiste.
Precios para diferentes presupuestos hogareños.
En el mercado dominicano, los tinacos cuestan entre 4,700 y 38,000 pesos, según su capacidad y marca. Los de 145 galones rondan los 4,900, mientras los de 800 a 1,100 galones superan los 26,000. Los precios también varían por zona y por los aditamentos incluidos, como válvulas, tapas herméticas o anclajes metálicos.
Seguridad sanitaria
El mantenimiento del tinaco es esencial para garantizar la calidad del agua. Las autoridades sanitarias y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) recomiendan limpiarlos al menos dos veces al año, vaciando el tanque por completo, cepillando las paredes internas y desinfectando con una solución de cloro (80 gramos por cada 1,000 litros). Tras dejar actuar 24 horas, debe enjuagarse y verificarse que el cloro residual no supere 0.5 mg/L. Mantener los tinacos tapados, con válvulas en buen estado y alejados del sol o fuentes de calor, evita la proliferación de bacterias y prolonga su vida útil.
El descuido puede convertir el depósito en un foco de contaminación, justo lo contrario de lo que representa: un símbolo de cuidado y previsión.
El corazón silencioso de los acueductos
La imposibilidad de dotar de agua potable a la población en Santo Domingo y otras muchas ciudades del mundo, incluida Nueva York, ha dado lugar desde hace muchos años a la instalación de los tanques o depósitos reguladores.
En el sistema de abastecimiento de agua, los depósitos reguladores -también conocidos como tanques de almacenamiento o regulación- cumplen un papel esencial: equilibrar la presión, garantizar reservas y asegurar el suministro continuo. En palabras del ingeniero Martínez, son «una parte imprescindible de cualquier acueducto», ya que permiten compensar la variación del consumo de agua a lo largo del día y mantener estable la red de distribución. Sin ellos, las ciudades sufrirían cortes y fluctuaciones constantes en el servicio.
Estos tanques no son estructuras nuevas ni experimentales. De hecho, han sido parte de los acueductos dominicanos desde sus orígenes, como el de Valdesia, San Cristóbal, Haina o San Pedro de Macorís. Algunos, como el depósito regulador de Don Bosco en Santo Domingo, datan de hace más de medio siglo y fueron construidos en hormigón para abastecer las zonas bajas de la capital, desde Gascue hasta la Zona Colonial. «Se han usado toda la vida», recuerda Martínez, «porque forman parte del concepto básico del acueducto: una fuente, un depósito regulador, un tratamiento y una distribución».
La función principal de estos es almacenar agua tratada y regular el flujo dentro del sistema, actuando como un «resorte hidráulico«. Cuando el consumo baja -por ejemplo, durante la noche- el tanque se llena; cuando el consumo aumenta, se vacía parcialmente para mantener estable la presión. Este ciclo permite que las redes urbanas no colapsen ante los picos de demanda. También sirven como reserva en caso de incendios o emergencias, asegurando que siempre exista un volumen mínimo disponible.
En los últimos años, los depósitos reguladores han cobrado relevancia en proyectos de vivienda masiva, como el programa «Familia Feliz«, que incluye acueductos propios y tanques elevados para garantizar agua las 24 horas. Martínez destaca que, desde el punto de vista económico, «nada compite con un depósito regulador elevado», pues representa una inversión inicial más rentable que instalar sistemas individuales en cada vivienda. En proyectos grandes, de hasta 2,000 o 3,000 unidades, este modelo asegura eficiencia y reducción de costos.
Su importancia, sin embargo, no se limita a la ingeniería. También reflejan una visión moderna de gestión del agua, en la que el almacenamiento y la regulación son esenciales para enfrentar la escasez, el crecimiento urbano y el cambio climático.
Los depósitos reguladores de Nueva York
Si hay una ciudad emblemática para los dominicanos, Nueva York es la más importante o una de ellas, tanto por la población nacida en la República Dominicana que acoge, como por la fascinación que irradia como la gran metrópoli de Estados Unidos.





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