“Vivimos escondidos”: El rostro invisible de los haitianos que sostienen el campo dominicano

República Dominicana es uno de los principales exportadores de banano y plátano en el Caribe, pero detrás de esa bonanza hay una fuerza laboral marginada y vulnerabilizada. Se estima que más del 70% de los trabajadores agrícolas en regiones como Mao y Montecristi son de origen haitiano, muchos de ellos sin documentación legal.

La situación es crítica. Varios testimonios recogidos por este medio describen operativos nocturnos, redadas en fincas y maltratos físicos. “No somos criminales, solo queremos trabajar”, afirma un obrero que pidió anonimato.

Según organizaciones de derechos humanos consultadas, el Estado ha intensificado las deportaciones en los últimos meses, incluso en zonas de producción estratégica. Esto no solo agrava la crisis humanitaria entre los migrantes, sino que también amenaza con paralizar sectores económicos enteros, como el agrícola, el turismo y la construcción, altamente dependientes de la mano de obra haitiana.

La paradoja es evidente: mientras el país promueve su producción en ferias internacionales, los brazos que hacen posible esa productividad viven en la clandestinidad. “Sin nosotros no hay comida, pero tampoco hay respeto”, dice Cheranfant. Una afirmación que resume una realidad ignorada por la política migratoria actual.

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