“30 de Mayo: El Grito Eterno de Libertad que la República Dominicana Juró No Olvidar”

El 30 de mayo no es solo una fecha marcada en el calendario dominicano. Es una herida, un recuerdo y, sobre todo, una lección. Ese día, en 1961, la República Dominicana presenció el ajusticiamiento de Rafael Leónidas Trujillo, el dictador que durante más de tres décadas gobernó con brutalidad, represión y culto a la personalidad. Sesenta años más tarde, en 2021, el Estado dominicano decidió reconocer oficialmente esa jornada como el Día de la Libertad, mediante el decreto 335-21, una iniciativa que busca mantener viva la memoria histórica y rendir homenaje a quienes lucharon por el restablecimiento de la democracia.
Lejos de ser una celebración convencional, el 30 de mayo representa un punto de inflexión. La dictadura trujillista dejó un legado de miedo, censura, desapariciones forzadas y persecuciones que aún resuena en las generaciones actuales. Pero también dejó un legado de resistencia: ciudadanos y ciudadanas que, a pesar de la opresión, alzaron su voz —o su silencio estratégico— en favor de una patria libre. Algunos pagaron con su vida. Otros, con el exilio o el anonimato. Todos ellos son los protagonistas reales de esta historia.
La institucionalización de esta fecha no solo es un acto simbólico, sino una necesidad urgente en un país donde las nuevas generaciones corren el riesgo de olvidar. Preservar la memoria histórica no es mirar al pasado con nostalgia o resentimiento, sino entender de dónde venimos para no repetir los errores que tanto dolor causaron.
El Día de la Libertad debe servir como una jornada de reflexión profunda en escuelas, universidades, medios de comunicación y espacios públicos. No basta con recordar el ajusticiamiento de un tirano; hay que comprender las raíces de su ascenso y las condiciones que permitieron su permanencia en el poder. Más aún, hay que reivindicar el papel de quienes se atrevieron a soñar con una República Dominicana justa, plural y democrática.
En tiempos donde las democracias se ven amenazadas por discursos autoritarios y la desinformación, conmemorar el 30 de mayo es un acto de resistencia civil. Es reafirmar que la libertad no es un estado permanente, sino un compromiso diario que exige conciencia, educación y memoria.
Porque cada 30 de mayo, más que recordar una muerte, celebramos una lucha. Y al hacerlo, como país, renovamos el pacto con la libertad, la justicia y la dignidad que nos define como pueblo.
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